Los expertos hablaron de cables obsoletos, salidas demasiado estrechas, techos debilitados. La sala resistió dos guerras y las plataformas, pero no las nuevas normativas de seguridad.
La noche del cierre, parecía un estreno. La cola se alargaba bajo la marquesina de neón que chisporrotea, abrigos arrugados, risas demasiado altas para ocultar la ansiedad, y ese aroma a polvo mezclado con café templado del vestíbulo. El proyeccionista dejó el haz del 35 mm rozar la cortina roja un minuto más, como para retener la noche. Hay lugares que creemos inmortales. La puerta se cerró, suavemente. La luz se apagó demasiado pronto.
105 años de historias y un candado
El cine, bautizado **Le Colibri**, apenas cabía en la estrecha calle junto a la plaza del mercado. Butacas que crujen, pintura color mantequilla salada y ese desgaste que nada sabe imitar. Se proyectaban películas que no tenían cartel en el metro, y eso era su encanto. Esta semana llegó la carta de la comisión de seguridad, golpe seco, sello rojo, fin de la partida.
El gerente tomó la palabra al pie de la pantalla, voz un poco temblorosa. Contó la última visita de los bomberos, el diagnóstico sobre las salidas, los presupuestos para el techo y el enfado de los seguros. En la sala, una mujer murmuró que besó a su marido en el palco en 1969. Un adolescente grabó la escena, sin levantar apenas la vista. La bobina aún giraba, pero ya nadie creía en ello.
Podríamos pensar que no es más que un edificio. Pero el verdadero coste es la suma de las normativas acumuladas con un siglo de apaños. Las salidas de emergencia deben ganar 40 centímetros, el cableado hay que rehacerlo de suelo a techo, la estructura metálica se fatiga en algunos puntos y el amianto planea como sospecha. El propietario no tiene medios, el ayuntamiento dice que no puede intervenir y la ecuación se cierra. La **seguridad** ha decidido, sin pasión, pero con razón.
Qué podemos hacer cuando la pantalla se apaga
Existe un método sencillo para que no se pierda la memoria. Primero, recuperar las huellas frágiles: programas pasados, carteles, libretas de caja, anécdotas de los habituales. Grabación de voces, escaneo de fotos, cartografiar la historia del lugar y crear un archivo online de libre acceso. Después, canalizar la energía: sesiones al aire libre en verano, proyecciones itinerantes en bibliotecas, clubs en las escuelas. El gesto cuenta tanto como el lugar.
Muchos se apresuran con la petición y luego se agotan. Mejor es aclarar un camino realista en tres etapas: salvaguardar el fondo, federar un círculo de amigos con presupuesto transparente y reunirse con el ayuntamiento con una propuesta concreta sobre costes y calendario. Hablar de accesibilidad, de impacto educativo, de empleo local, más que de nostalgia bruta. Seamos honestos: nadie hace realmente esto a diario. El truco es ritualizar pequeños pasos, cada semana, sin culpabilidad.
Todos hemos vivido ya ese momento en que un local cierra y uno se promete volver "algún día". Ese "día" no llega. Aquí, hay que atreverse a escribir un después que no anule el antes.
«He proyectado en blanco y negro, cineclubs para diez personas, ovaciones y fiascos. No sé adónde iré, pero sé por qué hago este oficio», susurra Marc, el proyeccionista, guardando sus bobinas en una caja de cartón.
- Crear un fondo de historias: recopilar testimonios de espectadores en audio, de 2 minutos cada uno.
- Lanzar una “noche fuera de las paredes” mensual con un socio cultural cercano.
- Montar un pequeño comité técnico para presupuestar las obras realistas, partida por partida.
- Elaborar un pitch claro para autoridades y mecenas, con tres escenarios de reapertura.
¿Y después, la ciudad?
Un cine de arte y ensayo no solo vende entradas. Ofrece un refugio puntual donde sentarse a oscuras para aprender a mirar. Cuando desaparece, es un silencio que se instala entre los comercios, un espacio de conversación que se retrae. Los niños seguirán viendo películas, y eso está bien, pero perderán el extraño escalofrío de un telón que se abre en su barrio, al alcance de sus zapatillas. Se puede soñar con una reanudación, una cooperativa, un mecenas, o simplemente un verano en que el cine recorra patios al aire libre. A veces, el renacer viene de un detalle: un coro en el vestíbulo, una clase de sexto de primaria que adopta el palco, un mercadillo de carteles que atrae a gente. Lo que viene dependerá de un puñado de voces y de un poco de paciencia.
| Punto clave | Detalle | Interés para el lector |
| Por qué el cierre | Normativas de seguridad, salidas no conformes, cableado envejecido, riesgos estructurales | Comprender la decisión y evitar fantasías |
| Lo que cuesta más | Puesta en norma de salidas, electricidad, posible descontaminación, seguro | Evaluar lo que realmente puede financiarse |
| Líneas de acción | Archivo vivo, proyecciones itinerantes, comité técnico, reivindicación local | Pasar de la emoción a un plan concreto |
FAQ :
- ¿Puede reabrir la sala algún día?Sí, si un nuevo gestor financia las obras, consigue la aprobación de la comisión y un modelo económico viable.
- ¿Cuáles son las razones exactas del cierre?Una serie de alertas: salidas insuficientes, cables obsoletos, dudas sobre la estructura, aseguradora reticente.
- ¿Qué ocurre con el personal?Contratos transferidos en caso de reapertura, si no, recolocación o desempleo, con posible acompañamiento de la administración.
- ¿Y los abonos no utilizados?Generalmente, reembolso proporcional o vales en eventos asociados, según la política del cine.
- ¿Cómo ayudar concretamente?Unirse a la asociación de amigos, ofrecer un espacio para sesiones, difundir los archivos, colaborar en la elaboración de presupuestos.
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